miércoles, diciembre 24, 2008

lunes, diciembre 01, 2008

Como el agua



Yo te eché mi brazo al hombro. Un brillo de luz de luna iluminaba tus ojos...

viernes, noviembre 28, 2008

jueves, febrero 08, 2007

Busco un sol



Me gusta la playa. Sentir el calor del sol en mi espalda desde el mismo momento en que me levanto, despierto, descansado. El color blanco de una casa del sur. Los atardeceres efímeros en la arena de Cádiz, con el flamenco de fondo. El agua, salada, sobre mi piel. El mar, con mayúsculas. Y los barcos. Y la arena otra vez.

miércoles, febrero 07, 2007

Se puede prohibir


Nos volvemos gilipollas. Día a día vamos perdiendo un poco de cordura. Parece que todo aquello por lo que habían luchado nuestros padres y nuestros abuelos se ha vuelto en su contra. Es como si la paradoja más irónica jamás soñada se hiciera presente en forma de estupidez justo ahora, cuando más democrático e inteligente se cree el ser humano. Ni en sus peores pesadillas podría haberse imaginado Marx una degradación tan grande de los derechos del trabajador. Doy una patada y me aparecen veinte como tú, podría pasar a formar parte de los dichos de nuevo cuño del Diccionario de la Real Academia. Eso, por no hablar del no menos conocido todavía estás aprendiendo o el qué te crees, que por tener carrera puedes exigir algo. Franco, agacharía la cabeza lamentándose por haber fracasado en el apartado de la educación de las futuras generaciones si se viera, impotente, ante la desaparición del respeto por la autoridad y, por lo que es peor, por los semejantes. Tierno Galván correría sudando a por una botella de agua después de pensar que un sueño onírico le había hablado de un Madrid lleno de obras, con agentes corruptos, al servicio de una autoridad bananera y populista, que trataban de sacarle el dinero al pueblo, populacho, a base de hurtos a mano armada enfundados en trajes azules con chalecos amarillos. Félix Rodríguez de la Fuente, que tantas veces había alcanzado sus objetivos naturales gracias a su inseparable Land Rover, se retorcería sólo de pensar que un ignorante cosmopolita y snob quiere prohibir la circulación de esos vehículos, tan mejorados y tan serviles, por caminos fuera del asfalto. Coches que proporcionan el único transporte posible a los ciudadanos de los pueblos y que ahora, asombrados, piensan cómo narices van a llegar ellos a sus casas y lugares de trabajo. Mi abuelo, que tantas veces alegrías compartió con el vino de por medio y que tantas veces oyó aquello de un vaso de vino al día es bueno para el corazón, no saldría de su asombro al leer en su ABC respetado, que la ministra de Sanidad quiere prohibir tan codiciado tesoro después de atacar de raíz a esos delicuentes drogatas llamados fumadores. Nos estamos volviendo locos, sí, definitivamente. La impotencia nos hace ser cobardes y no saber afrontar los problemas de frente. Prohibamos, que es lo más fácil. Prohibir es poner una cruz, entonces, ¿para qué pensar?